viernes, 15 de agosto de 2008

Las ausencias

(cuando el desierto me
esconda en sus entrañas,
inventare tu fantasma
para no estar solo)

Al abrir la puerta de la casa entraron en tropel, antes de que yo terminara de instalarme, habían encontrado guarida en infinitos recovecos, reclamando su instante, su lugar en el espacio, se habían repartido todos los rincones, parecían felices por la mudanza. Yo, por instantes, casi me olvido de ellas.


Por la tarde, el silencio que llegaba de la calle pesaba sobre mis oídos, lo único que atino hacer es tomar una guitarra, recorrer su caja acinturada por un momento me reconforta; intento una melodia que no logro armonizar, y me quedo finalmente repitiendo esos acordes que me agradan, así, sin voz, sintiendo como las vibraciones llegan no solo a mis oídos, sino que a través de mis dedos se transfieren a todo el cuerpo, escuchando con la piel, con los huesos como una caja de resonancia biológica, con el hígado, sintiendo poco a poco el intento de cada célula por tomar parte en esa danza de alientos prolongados.

Suelto la guitarra, el sueño me vence por un instante, cuando abro los ojos veo de nuevo la casa vacía, y esas sensaciones empiezan a recorrerme, no hay nadie aqui, solo demasiado espacio, demasiado tranquilo, demasiado frío, me siento como un asteroide que mira las estrellas a lo lejos en medio de la obscuridad, buscando un rincón de atmósfera donde hacer una ultima llamarada. En la obscuridad no distingo claramente lo que pasa, pero siento que todo se mueve y se lanza contra mi, desde el lugar donde me encuentro miro los platos y las cucharas sobre una mesa olvidada y esas sillas en las que nadie se ha sentado en mucho tiempo y los libros cuyas paginas nadie ha abierto, plumas de tinta seca, las hojas caidas de un arbol que se asoma por la ventana, miro también las frutas que se pudren de nostalgia en un frutero carcomido por el tiempo y el polvo que poco a poco va cubriendo todo y se apodera en una guerra de minúsculas partículas de cada milímetro de superficie, veo esa danza aterradora de la naturaleza de la que mi propio cuerpo empieza a tomar parte, el vacío empieza a hacer presencia, intento escapar y todas esas imagenes me bloquean el paso hacia la puerta que parece alejarse mas a cada paso que doy, la ventana es cada ves mas amplia, las paredes se estrechan y me atrapan, el espacio y sus caprichos terminan aterrandome, pierdo el control, tropiezo y caigo con un ruido de vidrios y de huesos estrellandose, la vista se me nubla, necesito respirar...

Al abrir de nuevo los ojos estoy sentado y la guitarra sigue entre mis piernas. Siento una mano que toca mi hombro y a mi lado aparece una de ellas. Sonríe como siempre:

-Hola!, cuéntamelo todo, oí que gritabas - dice.

Y le cuento,

-Soñé, que te habías salido de mi equipaje...

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