miércoles, 26 de noviembre de 2008

Piedra de sol (teatro)


(o como fui no-alteatro a no-ver una no-obradeteatro)

Iría a ver una obra de teatro, pero al llegar, me di cuenta que no había ido al teatro sino al bosque, y que no vería la obra porque me pidieron cubrir mis ojos, y que no era una obra de teatro, sino un poema. Así que lo que puedo decir es: fui a un bosque mágico a experimentar mas allá de los sentidos un poema, a compartir con personas desconocidas pero no extrañas, el olvidado asombro de estar vivos.


Chapultepec es un bosque sagrado. Para nosotros es un privilegio tomar contacto con nuestras raíces a través del poema de Octavio Paz que recoge y hace cantar la sabiduría del México antiguo de una manera magistral y contemporánea.

Con este experimento buscamos indagar las posibilidades de un modelo dramático abierto al principio de incertidumbre y a la interacción del observador-observado. Observo el bosque y me convierto en un árbol bien plantado, más danzante ¿Que importancia tiene para mi la otredad?¿hay algo para la teatralidad contemporánea en un modelo cuántico?

Pedimos la compresión y la complicidad de los asistentes para avanzar en esta indagación, un riesgo necesario creemos, para mantener vigente el olvidado asombro de estar vivos.

Es importante advertir que este trabajo no es un evento escénico convencional, pues requiere de un esfuerzo que rebasa el del espectador tradicional

Gracias, Nicolás Núñez


La recomendación para que asistan es ABSOLUTA, y corranle, porque quedan poquisimas "presentaciones". Hay que llevar un paliacate y llegar puntuales, ponerse flojitos y cooperar :) . Cuando ya no la puedan experimentar, se las cuento, con piedra de sol en mano.

Aqui la info.

martes, 25 de noviembre de 2008

Recorriendo la extraña entraña...

...
Acércate más, más cerca.
Dame tu mano.
En mis historias encontrarás
lo que es limpio, lo que es bello,
lo que transparente brota de mí
como una flor...


Andrés Henestrosa.


Salí a caminar un rato, a mirar rostros por la calle, rostros inexpresivos que rehuyen las miradas, rostros de ciudad, es todo lo que hay a veces, no hay sonrisas ni buenos deseos, solo la indiferencia que se acopla con la lluvia y te moja los zapatos, y no queda mas que el murmullo de las gotas que se rompen sobre las hojas de los arboles y las luces nocturnas reflejadas sobre el pavimento mojado.

Extrañaba uno de esos bares donde entras y la gente sabe tu nombre y te tienden la mano con agrado, cuando no con una cerveza. En su lugar, encontré un café de esos donde las chicas tienen como una mas de sus tareas el sonreír cuando te ven llegar, te sirven con agrado lo que pidas y después si te sientas un rato en algún rincón y observas, encontraras toda clase de rostros humanos que afloran hermosos cuando la sonrisa abandona su obligación y descansa sobre la cotidianidad a veces lacerante. Encuentras tambien toda clase de vivencias inocuas esparcidas al aire por voces impunes, interpretaciones, cuentos, imaginación, dramas, comedias, horripilantes comedias de la vida, gente que duerme de noche interpretando actos necesariamente para los que suelen escuchar con desesperación palpitante el canto de la luz del alba. Yo le regrese la sonrisa -no hay porque restregarle a las personas nuestra iluminación de que todo es una mierda-. Sin embargo, salio de mi rostro una sonrisa no fingida, real, fue una sonrisa que me sorprendió a mi mismo, fue como si a una pequeña parte de mi no se la estuviese llevando la chingada. Me olvide de ello, un lapsus, fue una fluctuación, di un hasta luego y salí a seguir mojando sentimientos.

Esta ciudad esta llena de rincones inesperados, de oasis que solo se presentan a los ojos de las almas que navegan en desiertos de sentimientos calcinantes. Puede ser una calle, un parque, una banca, un kiosco, un sendero apartado, hasta una mesa de café o cantina, o una pared donde perduran las huellas de la gente. Pasaba por uno de esos rincones, el jardín de Juan Rulfo, apenas se puede creer que un lugar tan tranquilo se encuentre en medio de esta ciudad. De pronto vi ahí en el suelo un billete de 100, los tome, torpemente me sentí contento de haber salido a caminar y casi olvide que habían sido esas cuatro paredes las que me habían echado a la calle con su silencio. Otro lapsus. Cuanto dinero se encuentra uno por las calles de esta ciudad, empecé a recordar. Debo encontrarme varios billetes y monedas en el año, pero solo recuerdo los mas grandes. Recuerdo las calles, los lugares. Lo que no recuerdo nunca, es el dinero que he perdido, ese no tiene importancia para la memoria. En cambio quise recordar, en esas caminatas por los parques, por las calles mojadas, por lugares de conocer gente, cuantas veces he encontrado tirado algún sentimiento de que adueñarme, una sonrisa, un abrazo, alguien con quien charlar y compartir un trago. Y cuando -a lo Sabina- salgo buscando un encuentro que me ilumine el día, encuentro un jodido billete. Que clase de broma es esta! No he encontrado muchos amigos deambulando por las calles de esta ciudad, como si me ha pasado en otros lugares. Que incapacidad la mía! En cambio, a diferencia de los billetes, los afectos perdidos los recuerdo a cada paso. Todas mis ausencias viajan a mi lado y dan conmigo los pasos que no dimos juntos.

Quizá mi suerte cambie si abandono el billete, si lo dejo ahí a la intemperie quizá a la próxima encuentre algún afecto desconocido, alguien con un corazón que sepa latir. Abandonar la moneda para que mas tarde otra persona lo encuentre y crea que es afortunada... No esta vez. Me lo pensaré bien. Por lo pronto, entraré al próximo bar que encuentre, me sentare y pediré dos cervezas, serán buena compañía en este pinchi desierto mojado. Después de unos tragos miraré las sombras acariciando la atmósfera al compás de la música, quizá mas tarde las telarañas empiecen a embellecer nuestra mesa. Tal ves después -entre las luces violáceas de la noche multiplicadas en cristales reflejantes, o en el humo de inciensos mágicos elevándose con su danza de caderas, entre las sombras, en el murmullo de voces alegres acopladas al alcohol de mis venas-
encuentre una alucinación
                                          en donde
                                                          mirar
                                                                        su rostro.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

cachoreadita...


No es casi nada, me da la mano, le rozo la mejilla al darle un beso, un abrazo ligero que dura justo lo necesario, hola, me da gusto verte, a ver si un día tomamos un café, y ya se ha ido. Así saludo a cualquier amiga. A ella la encuentro una o dos veces por semana o pueden pasar semanas sin vernos, a veces el saludo se prolonga unos minutos en que compartimos alguna anécdota.

No es nada, unas manos que se tocan y detonan el deseo sin tiempo para darnos cuenta, el reloj se detiene y sin darnos cuenta nuestras almas se abalanzan en embestidas animales, se muerden el cuello, se penetran, se funden en un instante, mientras nosotros continuamos con el beso en la mejilla, un abrazo cálido y un hasta luego. Casi imperceptiblemente ella sonríe, casi imperceptiblemente nuestros rostros enrojecen y un calor imperceptible recorre nuestros cuerpos, un brillo que me delata sale de mis ojos al despedirla. Casi nada, solo un instante y así nos sabemos complices de algo insospechado y sonríe y adiós, un saludo casi como todos y cuando nos volvemos a mirar nuestros rostros expresan encanto y deseamos saludarnos y avanzamos mirándonos a cada paso y disfrutamos ese saludo que cada vez que ocurre es casi un faje, un cachondeo súbito, una cachoreadita, imperceptible.

Un simple saludo que disfrutamos cuando la casualidad nos lo permite. Quizá un día demos el siguiente paso, quizá un día sigamos el juego que en nuestro subconciente quiza ya disfrutamos impunes y terminemos revolcandonos siguiendo el camino al que el instinto nos empuje. Después, me dará la mano, le rozare la mejilla al darle un beso, un abrazo ligero que dure justo lo necesario, hola, me da gusto verte, a ver si un día tomamos un café, nada sera igual. Tendremos que hacerlo, no ahora, ni pronto, pero un dia haremos_el_amor intenso y fugaz (y entre más intenso, más fugaz), antes de que el tiempo cubra esta sensacion con olvido o la casualidad decida mandarnos al carajo.

alebrije: toroloco maclovio